Cambio climático. Una hipótesis guajira...

“Hay que estar ciego para no verlo, aquí chocamos todos los días con el cambio ese: antiguamente entrábamos al campo a las dos de la tarde y ya no se puede porque no hay quien resista; el frijol lo sembrábamos en enero y ahora si no los siembras en noviembre o diciembre no progresa, se pone necrótico, igual que el tabaco, el sol lo mata. A la guayaba se le cae el fruto cuando va a cuajar, no sé si por las temperaturas o porque casi no llueve. El ganado también se afecta, cuando la sequía está encendía, las garrapatas se comen los animales”, comenta con el aval de toda una vida haciendo parir a la tierra Antonio García, campesino de Cabaiguán.

Los argumentos sobran a una docena de campesinos encuestados por Escambray, muchos de los cuales recuerdan cómo antes se producía casi silvestre, con los terrenos apenas preparados; mientras que ahora las mismas calabazas, el pepino y los boniatos se han convertido casi en cultivos exóticos: “Las temperaturas, las plagas, no sabemos, pero el tiempo está loco”.

Lo cierto es que el clima camina por los extremos, sequías o lluvias intensas y calor, esa canícula que estresa y oprime. Cauces resecos, riachuelos que se esfuman. El regadío se torna indispensable. Los ganados repelan los potreros y demandan cada vez más agua en pipa porque las vaguadas se evaporaron. Corrimiento de las estaciones. Abortos de los frutos. Cambio climático o rebelión de la naturaleza.

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